martes, noviembre 13, 2007

Tengo un alma vanidosa

Poco a poco lo comprendo, ¡qué egoísta he sido!, pero poco a poco me resigno acostumbrándome a la insatisfacción imaginaria que no me dejaba avanzar libre.

Poco a poco voy dejando mi egoísmo y los dejo ir.

No puedo pedirle a los olmos que den naranjas. No puedo tener sus sonrisas ni su comprensión. No puedo creer infantilmente que no me olviden, que no me dejen y, menos aún, que se martiricen por sus culpas.

Ya no exigo nada, porque sé que nada me deben.
Las heridas, las promesas incumplidas, las lágrimas lloradas, ya fueron del viento, ya fueron de la tierra.

Necesito despertar de estos mil años.

Me resigno a desatar las amarras, lavar con agua y con cenizas mi corazón, olvidar aquel horizonte extraño y llorar en silencio. Ver, por fin, el reflejo de algo mucho más bello, sólo que para verlo tengo que abrir la mañana.

Por fin me perdono, por fin perdono a mis recuerdos, por fin, mi alma vanidosa sólo a veces los extraña un tanto nostálgica, por fin mi alma los liberó y los mira en la belleza que los viví.

Por fin, terminé de limpiar la mirada, lo hice como la lluvia en mi ventana.

Por fin, sin ninguna duda, sé lo que es amar de nuevo.

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