miércoles, junio 04, 2008

Frío


Hoy el día estuvo lluvioso como mi alma. En la mañana, tomé el metro hacia el centro y alcancé asiento cerca de la ventana. El metro se elevó a cierta altura y pude ver la ciudad. Tomé una hoja, un lápiz y escribí:

“Pareciera que un gigante egoísta llegó a mi mundo. Separó continentes, dividió fronteras y construyó metrópolis. Separó a las gentes por color, rasgos y lenguas. Hizo rutas, carreteras, avenidas, calles y comunas. Dio bolsillos grandes a quienes lo estiman, los poderosos, y a los trabajadores les dio una olla vacía para llenar. Se satisface con los corruptos y con los delincuentes, desprecia el progreso y las revoluciones.

Ahora invita a sus comensales y cenan ballenas y sesos de monos vivos, beben el sudor del obrero y se ríen de los perros moribundos y de la gente infeliz.

Le gustó este triste mundo y se quedó a vivir aquí. Lo peor es que ya es viejo y gruñón y amargado, ya pocos intentan rechazarlo y se les mete por el alma.

Los hombres somos egoístas, ya no sabemos amar .”

Una silenciosa lagrimita selló mi hoja. Miré por la ventana y me dio frío, mucho frío: estaba sola al lado de tanta gente desconocida. Así me sentí todo el día.

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