Vino tinto

Ya cuando las ideas me las bebía en el tinto, produciéndome esa risita incontenible, llegó, en horas irreales, la gota que rebalsó la copa. De fondo sonaban melódicamente las risitas y las bromitas burlescas de los emparejados. Nunca sabré si él percató algo especial en mí, sin embargo, yo recuerdo que él no era el más guapo del mundo, pero, juro, que era más guapo que cualquiera.
Simplemente se me acercó y me ofreció sus labios. Creo que se llamaba Silencio y estaba solo. Le saqué algunas palabras hasta que concluí que él era el hombre más extraño del mundo, aunque ahora pienso que solamente estaba un poco más tocado que yo. Coleccionaba amores oxidados y no era precisamente un inmaculado. No esperaba nada de las mujeres. No obstante, sus besos sin amor, un poco torpes, no dejaban de ser tiernos. Tenía una sonrisa que escondía sueños incomprendidos y por los ojos se le salían la esperanza y la felicidad.
A pesar de que el pacto fue si te veo no me acuerdo... su paso dejó un tantito de él aquí.
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