martes, julio 29, 2008

Desierto

Me encuentro en un desierto, tengo sed, pero no encuentro agua, no me desespero, sólo camino alucinada y me dejo llevar por el viento.

Estoy más sensible de lo común, soy reacción ante los hechos, poco puedo pensar, menos concluir o decidir. Estoy como envolada entre las ideas, suspendida, abstracta y perceptible a todo, a todos y en todos los sentidos.

Parece que el sol quemó mi capacidad de tolerancia, de protección, de autocuidado... Sin embargo, día a día trato de creearme y creerme las fuerzas, el buen temple y las nuevas expectativas.

Caminando por este desierto se me antoja entregarme a la desolación, entregarme a la nada y volar en los vientos que me arrastran, pero ni puedo, ni debo. Ya lo he hecho y de nada sirve aquello... mientras se pueda uno debe aprender, seguir adelante y cambiar aquello que nos parece mala suerte o cosa truculenta del destino.

Por ello, he dejado a los buitres mis recuerdos y lo que vivo ahora son como las primeras alucinaciones en la nada...

Y no sé si es una alucinación más, pero allá, más allá, aflora un jardín de colores que iluminan mis ojos para buscarte, no sabes cómo me fascinas, tú con tus colores, tú que provocas mi nerviosismo en la espera de encontrar tu mirada en la mía.

Estoy en el desierto y tú me alucinas.

jueves, julio 17, 2008

Mi loco afán

Tengo el afán de perder el ánimo después de las dos de la tarde. Me da como un sueño y mi cuerpo busca calorcito, quizás, dormiría hasta el anochecer y viviría la noche...

Lástima que el zoológico no tiene horario nocturno ni tampoco los trenes siguen haciendo recorridos a Plutón... De todas maneras, me conformaría con caminar por allí, fumando, pensando en nadie y en todos. Sin que el resto me viera. Me reiría sola y nadie me miraría con extrañeza ni con compasión cuando me limpie una lagrimita.

Le haría cariño a los perritos de la calle y le pondría nombres de las personas que tengo lejos... Tomaría un recorrido del 21 a la Quinta Normal, pasaría la reja y caminaría por la Quinta, traspasaría las murallas y me sentaría en la Biblioteca a mirar las sillitas pequeñas de colores. Daría un salto hasta el hospital y entraría calladita por debajo de la puerta para leerle El Principito a un niño que no pueda dormir.

Traspasaría la calle y viajaría en el metro de prueba que viaja vacío toda la noche. Cada estación sería como un sueño, una historia, un recuerdo, un olor. Caminaría por los andenes, haría combinaciones, miraría mi reflejo hasta al amanecer y volvería a casa.